sábado, 2 de febrero de 2008

OBJETIVOS POLÍTICOS DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION


OBJETIVOS POLITICOS DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION
Las últimas entregas de "La Cosa Vostra" han despertado algunos gestos de aprobación a las ideas de la democratización de la información y no pocos reproches y discrepancias.



Dejaré de lado las que confunden deliberadamente aserrín con pan rallado e intentan con deshonestidad intelectual erigirme en un promotor de la supremacía del Estado sobre los medios de comunicación, defendiendo además el derecho del poder político para fijar la agenda de los diarios, radios y canales de televisión.



Mi pensamiento es la antitesis de esa tesis: el que debe mandar en el circuito informativo es la sociedad. Los medios y el Estado deben estar al servicio de la sociedad y no como hasta marzo de 2005, cuando mandaban los medios y el Estado era el aliado de éstos en lugar de ser un mediador entre ambas partes.



Abordaré sin embargo otras observaciones honestas.
Una de ellas me la formuló un dirigente colorado, director de medios en el pasado, buen y equivocado amigo, que en una extensa reflexión defendió el carácter democrático de los diarios fundados por José Batlle y Ordóñez en la época en que el estadista, además de ejercer el periodismo y dirigir medios, administraba el poder político.



Nuestro interlocutor me aseguraba con la vehemencia que lo caracteriza que los medios de antaño surgidos del fragor de las luchas políticas no transmitían disimuladamente la ideología de la alienación como yo afirmaba en referencia a los medios contemporáneos.




La observación es pertinente porque puede malinterpretarse de mis reflexiones que estoy confundiendo el pasado libertario de los medios de comunicación del capitalismo primitivo con la realidad que hoy impide la liberación de los receptores dominados.
Veamos las diferencias.



Cualquier observador imparcial puede detectar los objetivos políticos que la estructura de la información hegemónica se ha propuesto en nuestro país.
Enumeremos los cinco más notorios:
1) Sustituir la primitiva libertad de prensa por la libertad de empresa, el libre examen y la conciencia crítica por la publicidad inducida, los gobiernos de opinión por los gobiernos de fuerza cuando los sectores dominados no pueden ya ser controlados como ocurrió en 1973.


2) Imponer el modelo de capitalismo dependiente, la hegemonía de la empresa privada, el proyecto de economía libre de mercado, las tesis del consumismo masivo y la información descontextualizada.


3) Articular el poder estructurador de los medios de comunicación para uniformizar la manera de pensar, sentir y vivir, así como la misma ideología uniformizó en el pasado la manera de producir.



4) Afianzar la solidaridad de los consumidores en torno a las clases dominantes y al mismo tiempo desmovilizar y desorganizar a los sectores dominados, aislándolos, atomizándolos y disgregando los elementos de solidaridad que les son naturales ante el fenómeno de la dominación.



5) Y finalmente imponer su concepción particular del desarrollo confundiéndolo con el incremento del producto bruto interno por habitante obtenido mediante una paternal y hasta misional transferencia de recursos de capital y tecnología a través de la iniciativa privada. Con los resultados a la vista: no existe ningún país latinoamericano que se haya desarrollado ni económica, ni política, ni social ni culturalmente por esa vía.



Estos cinco objetivos entran en contradicción aparente con la propia historia de una clase dominante que en sus inicios se ufanó de su origen liberal y progresista. Y esta contradicción ha sido uno de los factores que más han contribuido a crear una falsa conciencia en las mayorías receptoras, penetradas por el sabor neutro-liberal del discurso de la dominación.



En efecto, hasta la irrupción potente y fecunda del capitalismo, el pueblo había quedado fuera de la partida cultural y comunicacional. La prensa capitalista en sus orígenes barrió con las cenizas feudales y se convirtió en un factor de la profundización democrática, al exaltar su modelo de libertad y tolerancia, que le sirvieron para decorar su teoría del libre cambio y la privatización en todos los órdenes de la vida colectiva.



Se podrá decir, que la burguesía se vio obligada a masificar la cultura para llevar adelante su modo de producción, pero lo cierto es que el capitalismo parió en sus inicios una cruzada alfabetizadora, consagrando la escolarización obligatoria y gratuita, en forma tal que modificó de raíz el secular atraso en la materia.



Tal educación escolarizada, en el seno de sus centrales hegemónicas, no en la periferia, continúa constituyendo hoy por hoy uno de los principales aparatos ideológicos del Estado capitalista. Sin embargo, en los países dependientes como el nuestro, tal rol lo cumplen los sistemas de comunicación social y no la educación escolarizada.



En el pasado la burguesía necesitaba superar el analfabetismo de las masas para que el proletariado pudiera incorporarce al maquinismo naciente. Fue por ello que jugó un papel "progresista" y alfabetizador, insertando en el proceso a los medios de comunicación, con una visión tolerante y libertaria.



Culminando la primera etapa difusora y alfabetizadora, decidió no ceder un ápice el control de los medios, negó toda participación real, mantuvo su criterio liberal pero canceló toda idea de democratización. Es decir, liberalizó pero no democratizó lo medios. Y lo que es peor aún, abandonó las viejas banderas del liberalismo político, vinculadas con el humanismo, con la soberanía popular, con las libertades públicas, con las garantías constitucionales, sustituyéndolas por un liberalismo económico más cerca de la libertad de inversión, el derecho a la acumulación y la soberanía de la empresa privada.



Ya lo anunciaba el sociólogo Antonio García: "En el actual panorama latinoamericano, en la medida en que las transnacionales y los aparatos internos de poder han ido oficializando el liberalismo económico ­en respuesta al reiterado reclamo de libre empresa y de libre operación en la economía de mercado­ han ido desapareciendo progresivamente el liberalismo político y las formas de democratización que estimularon la movilización de los pueblos en una dirección reformista revolucionaria".




El sistema hegemónico comprendió que al multiplicar la producción intelectual en forma geométrica, los medios se constituirían en una pieza clave en la construcción de la ideología dominante y por lo tanto no podían ser objeto de negociación ante la sociedad.


Fue por ello que abandonaron el papel "roussoniano" de sus orígenes, vinculado con la primitiva imprenta y adoptaron, con el apoyo de la cibernética, el rol alienante y antidemocrático de su dinámico presente.


Escribe FEDERICO FASANO MERTENS


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