jueves, 26 de junio de 2008

PRESENTE Y FUTURO DE LA ENERGÍA MUNDIAL




Los combustibles fósiles han permitido el impresionante desarrollo de las naciones ricas durante el siglo pasado, pero ha llegado el momento en que la humanidad deberá afrontar los desafíos asociados a una economía mundial basada en esta fuente de energía (Life After the Oil Crash).


Las reservas mundiales de combustibles fósiles están decreciendo de forma progresiva, además de los gravísimos efectos que su uso continuado produce, desde el riesgo directo a la salud humana de la polución a los gases de efecto invernadero asociados con el cambio climático.



La carrera por el poderío económico a nivel mundial produce una sed terrible: cada segundo se consumen 1000 barriles de petróleo en el mundo, lo que equivale a 2 litros diarios por cada persona en el mundo.




La energía es la cuestión más importante a resolver en el siglo XXI. La desigualdad entre los habitantes del planeta es la principal diferencia entre todos esos habitantes y su mayor problema, a largo plazo. ¿Cuántos de los problemas actuales de nuestro planeta tienen sus raíces en la tremenda desigualdad entre sus habitantes?



Encontrar una solución a la crisis energética podría ofrecer la oportunidad única de reducir la desigualdad entre las dos mitades del mundo y, a su vez, minimizar un buen número de problemas directa o indirectamente relacionados con ella.




Sin embargo, antes de proponer una solución, deberíamos tener una idea del problema real a resolver. La idea de la expansión económica infinita, que multitud de gobiernos tratan de conseguir, es simplemente imposible. En un sistema cerrado como es La Tierra, los recursos son limitados y cuanto mayor uso hagamos de ellos, menos quedarán disponibles para generaciones futuras.



El ejemplo más claro son los combustibles fósiles, que han impulsado el gran desarrollo económico del pasado pero que se acercan rápidamente a su límite. Es por tanto imprescindible actuar de forma inmediata para sustituir nuestra fuente de energía primaria por otras que contribuyan, por un lado, a mantener una sociedad profundamente dependiente de la energía y, por otro lado, a un mejor reparto de los beneficios asociados con fuentes de energía baratas y abundantes.




Ahora bien, ¿es cierto que consumimos tanta energía? Tal vez un par de ejemplos sirvan para aclarar este concepto. Para mantener encendido un televisor, algo rutinario en los salones de todos los hogares aunque no se le preste atención, hace falta el equivalente al esfuerzo muscular de dos personas.



Para hacer un ciclo completo de un lavadora serían necesarias 15 personas, mientras que necesitaríamos 1.6 millones de personas para hacer despegar un Boeing 747. Está bien, gastamos mucha energía, pero ¿tan cara es? Al fin y al cabo el “alto precio” de 70 dólares el barril de crudo implica “sólo” 0.44 dólares el litro. ¡Hasta el agua mineral cuesta más!




Si no tomamos en cuenta las diferencias económicas entre países que hacen que esa cifra se vea de forma muy distinta en función del lugar considerado, podríamos asumir que, como miembros de la parte más rica del planeta, no deberíamos preocuparnos por un precio tan “barato”. Sin embargo, existen costes de la energía que aparecen ocultos en cierta medida, que hacen que el coste real de la energía sea muy distinto.




Además de los costes a corto plazo como el descubrimiento, extracción y distribución deberíamos tener en cuenta otra serie de factores a largo plazo, pero que están directamente relacionados con el consumo energético y que deberíamos considerar en los cálculos, como los daños sobre la salud de la polución, la eliminación de residuos, los gastos en seguridad de instalaciones... Tal vez el mayor de todos estos gastos extra sea el incremento en emisiones de gases que conducen al calentamiento global.



La Unión Europea ha calculado el precio “real” de la energía obtenida de diversas fuentes considerando estos gastos. Así, la energía generada por carbón en Alemania tiene un coste extra de 0.73 euros por kWh, 10 veces más que la energía eólica. Considerando estos costes, a día de hoy ya hay fuentes de energía alternativas, no sólo menos dañinas para el medio ambiente, sino que podrían competir con los combustibles fósiles también en aspectos económicos.
En futuras entradas veremos el estado real de diversas fuentes de energía.
Diego Sampedro

No hay comentarios: