jueves, 26 de junio de 2008

HACIA DONDE VA VENEZUELA?...( Pregunta hecha hace casi 10 años,...)


APUNTES RETROSPECTIVOS COMO PARA LA REFLEXIÓN

Fundación Federico Engels ..
Documentos El Militante


¿Hacia dónde va Venezuela?
La preocupación que siente la burguesía internacional por el rumbo de los acontecimientos en Venezuela es más que evidente. "La Suiza latinoamericana", "la democracia más antigua y estable de América Latina", se ve convulsionada por procesos impensables hace apenas un año. Esto ocurre en un país que posee una de las mayores reservas mundiales de petróleo. ¿Qué está pasando en Venezuela? ¿Qué perspectivas se abren para sus trabajadores y jóvenes?

Un continente en crisis
La crisis de Venezuela se enmarca dentro de la crisis de América Latina. Una crisis económica, política y social que ha provocado las mayores movilizaciones y convulsiones en el continente en los últimos años. La recesión se ha visto agravada por las medidas de ajuste salvaje que gobierno tras gobierno han llevado a cabo bajo los dictados del FMI. Privatizaciones, despidos, inflación..., en definitiva paro y miseria para las masas.
Ningún país se salva, ni siquiera los que durante las últimas décadas habían conseguido un mayor desarrollo. En México, en los primeros meses del año, algunos de los productos básicos subieron hasta un 60%, entre ellos los frijoles, la leche, los huevos y el azúcar, lo que supone que la canasta básica (la suma de productos básicos) ronda los 200 dólares mensuales, mientras el salario mínimo apenas llega a los 100 dólares; cuarenta millones de mexicanos sufren desnutrición. No va a la zaga Argentina: según un informe del Banco Mundial, editado por la revista Página 12, el 36,1% de los argentinos vive en el umbral de pobreza.
Los datos son escalofriantes. Según la ONU, cada año 1.400.000 niños menores de seis años mueren en el continente latinoamericano debido a la mala alimentación. Entre los niños de siete a catorce años, la mortalidad anual asciende a 1.200.000.

La rapiña imperialista
Y sin embargo hablamos de uno de los continentes más ricos en materias primas del planeta. Además de tener importantes reservas petrolíferas y minerales, incluyendo las de piedras y metales preciosos, la riqueza agropecuaria de América Latina podría abastecer a toda la población del continente.



Uno de los factores que explica la situación de pobreza de las masas latinoamericanas es el expolio al que han sido sometidos por parte de las potencias imperialistas. Entre otras, una de las causas que han permitido el crecimiento económico en los países capitalistas desarrollados es precisamente la explotación de las masas en el mundo colonial. La realidad es constatable.



Frente a las mentiras de la burguesía y a la ilusión de los reformistas y estalinistas (que defendían la posibilidad de un desarrollo sostenido en estos países hasta alcanzar al "Primer Mundo") la evidencia demuestra que actualmente la miseria se enseñorea de todo el continente. De hecho, la extracción de plusvalía por parte del imperialismo no sólo no ha disminuido sino que se ha intensificado en los últimos años.



Las cifras son contundentes. Hace treinta años la deuda externa latinoamericana ascendía a 60.000 millones de dólares. En los últimos catorce años se han pagado 739.000 millones sólo en concepto de intereses y la paradoja más cruel es que, a pesar de la enorme cantidad pagada, a principios de este año la deuda externa del continente se calculaba en 706.000 millones de dólares.



El triunfo de Chávez (1999)
Venezuela no es una excepción. El 80% de su población vive en la pobreza. Entre el 30 y el 40% de los trabajadores están en paro y de los que trabajan la mitad lo hacen en el llamado "sector informal", como la economía sumergida y la venta ambulante, mientras que la deuda externa, la cuarta más grande del continente, consume el 40% de su presupuesto nacional. El empobrecimiento también ha afectado a las clases medias; en los últimos veinte años su poder adquisitivo ha caído un 70%.




Esta situación, y no la "locura colectiva", es la base sobre la que se sustentó la aplastante victoria de Hugo Chávez, que logró el 56% de los votos. El lenguaje populista de Chávez, unido a la situación de crisis, corrupción generalizada y deterioro de las condiciones de vida de las masas, permitió que el Polo Patriótico, una formación política que agrupa desde sindicalistas hasta nacionalistas pequeñoburgueses, incluyendo a ciertos sectores del ejército, obtuviera una mayoría aplastante en las elecciones a la Asamblea Constituyente que se celebraron el 25 de julio, consiguiendo 120 escaños de los 131 que componen la Constituyente, y contando además con el apoyo de los 7 diputados indígenas. La debacle de los partidos tradicionales, que se habían aliado en un patético intento de parar el creciente apoyo a la formación de Chávez, quedó en evidencia cuando el recuento de los votos arrojó su resultado: cuatro diputados.




Este triunfo marcó un punto de inflexión en el proceso que se abrió en diciembre con la elección de Chávez como presidente y provocó la alarma no sólo de la burguesía nacional sino también de la internacional, que ve con creciente temor el proceso abierto en Venezuela.



El temor de la burguesía no es que Chávez sea un revolucionario que quiera acabar con el capitalismo e imponer un régimen de economía planificada. De hecho, a pesar de utilizar un lenguaje a veces radical e incluso izquierdista, Chávez es un populista confuso que, en principio, no tiene ninguna intención de transformar la sociedad.


Chávez es un reflejo del impasse que sufre el capitalismo en uno de sus eslabones más débiles. No es un fenómeno nuevo; ni es el primero ni será el último.



El ‘impasse’ del capitalismo
El problema de la burguesía es la crisis que vive su sistema. Un sistema que hace tiempo que ha dejado de jugar un papel progresista para convertirse en una losa que impide el desarrollo de las fuerzas productivas que laten en la sociedad, y que condena a millones de personas a la barbarie.
Históricamente, un sistema que no desarrolla las fuerzas productivas está condenado a desaparecer. Cada sistema económico crea la nueva clase llamada a tomar las riendas de la sociedad. El feudalismo vio nacer y desarrollar la burguesía, que estaba llamada a derrocar su sistema. Igualmente el capitalismo ha visto crecer y ha desarrollado al proletariado, la clase que debe tomar en sus manos la tarea histórica de acabar con este sistema.



Sin embargo, no siempre los procesos son "químicamente puros". Así, cuando la clase que debe jugar el papel protagonista en el cambio social y económico no lo hace, debido a la ausencia de una organización revolucionaria, la crisis del sistema provoca la aparición en escena de sectores de otras clases que pueden verse empujados a jugar ese papel, con toda clase de distorsiones y deformaciones.



En los últimos años hemos visto estos procesos en varios países del mundo colonial. Quizá el ejemplo más conocido sea el de Fidel Castro, que sólo quería acabar con la corrupción y la dictadura de Fulgencio Batista, el dictador cubano.



Castro defendía la democracia burguesa. Estaba convencido de que en Cuba se podía instaurar un régimen democrático como el de EEUU. De hecho, un documento publicado en 1956 planteaba que la filosofía a la que se adhería el movimiento castrista era jeffersoniana (en referencia al político burgués de Estados Unidos Thomas Jefferson), y proclamaba la necesidad de "alcanzar un estado de solidaridad entre el capital y el trabajo asalariado con el fin de aumentar la productividad". Castro declaró al New York Times el 24 de febrero de 1957: "Usted puede tener la total seguridad de que no tenemos ninguna animosidad contra EEUU y el pueblo norteamericano (...) Estamos luchando por una Cuba democrática y para acabar con la dictadura" En un proceso que duró cinco años, Castro se vio obligado a establecer un régimen de economía planificada. Fueron los acontecimientos y el movimiento de las masas y campesinos pobres lo que llevó a Castro más allá de sus primeros propósitos.




El problema de Castro, al igual que el de otros líderes y movimientos guerrilleros o campesinos, fue no entender la dinámica interna del desarrollo capitalista. Llegan a creer que las burguesías nacionales de los países coloniales pueden jugar el papel progresista que históricamente esta clase jugó en su etapa revolucionaria, cuando acabó con el feudalismo. No entienden que son burguesías débiles, subordinadas al imperialismo, y que no pueden jugar ningún papel independiente, ni económico ni político. De hecho fue esa misma burguesía, aterrorizada por el movimiento revolucionario, la que se echó en brazos del imperialismo.




La crisis del sistema, agudizada en el mundo colonial, empuja a las masas a organizarse y luchar por sus intereses, que son incompatibles con los de la burguesía. La burguesía mantiene sus beneficios a costa de la sobreexplotación y miseria de las masas y éstas, a su vez, entran en lucha abierta contra los pilares de un sistema que no puede garantizarles unas condiciones de supervivencia. Es entonces cuando estas burguesías nacionales se cobijan en brazos del imperialismo y optan por apoyar dictaduras que dobleguen y paralicen al movimiento obrero. Precisamente toda Latinoamérica es un ejemplo vivo de este proceso.




Su momento histórico ya pasó. La burguesía, cualquier sector de la burguesía, hace décadas que juega un papel reaccionario como clase. No existe ninguna revolución democrático-burguesa pendiente en ningún país del mundo colonial.



La pobreza y la corrupción son inherentes al capitalismo
Ése es precisamente el principal escollo de Chávez. La intención de Chávez es instaurar una "auténtica democracia", donde no exista la corrupción y la riqueza que posee Venezuela tenga una distribución "más equitativa". Pero en base al capitalismo, esto es una utopía reformista, la historia y los hechos han demostrado fehacientemente la imposibilidad de llevarlo a cabo. El capitalismo no funciona en base a las "buenas intenciones" de uno u otro gobernante.




¿Cómo va a acabar Chávez con el paro y la miseria que afectan a la mayoría de los venezolanos? Según el proyecto de Constitución presentado a la Constituyente, "el Estado elabora y ejecuta el plan de desarrollo de la economía nacional, conjuntamente con los trabajadores y empresarios honestos, responsables y productivos que participan en el proceso del desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, de manera que se asegure un correcto equilibrio entre la acumulación y el consumo (...)




El Estado promueve la libre competencia y garantiza la pulcritud de la competencia en el libre mercado. En tal virtud queda terminantemente prohibida la usura, la indebida elevación de los precios y todo tipo de maniobras que atenten contra la pulcritud de la libre competencia, el abastecimiento vital de la República y el desarrollo de las fuerzas productivas (...) Se considerará traidor a la patria el venezolano que incurra en alguna de estas prácticas o que, generando recursos en el país, no reinvierta sus ganancias en el territorio nacional".




Ahora bien, obviando la fraseología ¿qué medidas ha tomado o va a tomar Chávez para acabar con la usura, la descapitalización de las empresas o la fuga de capitales? ¿Nacionalizará los bancos para garantizar créditos baratos? ¿Expropiará las empresas que no reinviertan, incluyendo las multinacionales? ¿Confiscará la tierra para que la trabajen los campesinos pobres, en función de las necesidades del pueblo venezolano? Según sus primeras declaraciones, no parece ser esa su intención, a pesar de que los problemas de la economía venezolana se agravan a pasos agigantados.




El problema de Chávez es que todavía no ha comprendido que los empresarios y banqueros no invierten para crear riqueza sino para obtener beneficios, aunque las leyes establezcan lo contrario.



De hecho, un estudio publicado el 3 de septiembre por la Confederación Venezolana de Industrias señala que un 63% de las empresas ha suspendido inversiones en los primeros seis meses de este año, provocando el despido de más de 600.000 trabajadores y un agravamiento de la recesión, con una caída del 9,8% del PIB.




Por otra parte, ¿cómo piensa Chávez acabar con la corrupción? Es evidente que la única manera de acabar con una Administración corrupta y pútrida, acostumbrada a manejar los recursos del país, a las prebendas, al chantaje y a la prevaricación, es el control consciente, por parte de los trabajadores, del Estado, incluyendo al ejército, cuyos generales no ven con buenos ojos el entusiasmo y las movilizaciones que la victoria del Polo Patriótico ha despertado en las masas.




Acabar con la corrupción inherente al capitalismo significa acabar con el sistema. Las leyes, por muy bonitas que queden en el papel, no dejan de ser eso, papel. Seamos concretos. Incluso en las democracias occidentales, que por cierto también tienen leyes contra el soborno y la corrupción, estos métodos de funcionamiento son la esencia misma del sistema. Basta echar un vistazo a los titulares de prensa para comprender que la práctica habitual es precisamente esa.




Cierto es que la Constituyente ha juzgado y separado de sus cargos a ocho jueces, pero la corrupción judicial es tan evidente (hace un año el propio Rafael Caldera, ex presidente democristiano, hizo unas declaraciones en ese sentido) que destituir a estos jueces es una gota de agua en el océano. Acabar con la corrupción sólo puede hacerlo Chávez con la depuración, bajo el control de comités de trabajadores y ciudadanos, de todo el aparato judicial y la Administración del Estado.



Las contradicciones del Polo Patriótico
La mayor incoherencia del Polo Patriótico es la amalgama que compone esta formación. Así, las declaraciones contradictorias de elementos destacados del Polo reflejan la divergencia de objetivos de los diferentes sectores que lo integran.
Ahora bien, hay un factor en la ecuación que puede llevar a Chávez más allá de sus iniciales intenciones, y que es lo que verdaderamente ha despertado los miedos de la burguesía internacional. El apoyo de masas de este movimiento.



La prensa burguesa no ha dejado un día de publicar el peligro que corre la democracia venezolana desde la elección de la Constituyente, llegando a decir que el golpe de Estado fallido de 1992 (protagonizado por el propio Chávez) se había consumado ahora a través de las elecciones.



No deja de ser irónico que la prensa internacional, encabezada por los medios de comunicación más "progresistas", utilice un lenguaje apocalíptico para explicarnos que Chávez es un dictador y que el proceso abierto con su elección no tiene ninguna garantía democrática. Como es habitual, la manipulación en la información y las mentiras descaradas son sus armas favoritas para intentar ocultar el auténtico proceso que se está viviendo en Venezuela y que está sacudiendo toda la actividad política y sindical del país.




De esta manera titulares como "los sindicatos, las primeras víctimas" o "Chávez prepara la demolición del principal sindicato de Venezuela" nos han dado cumplida cuenta de las "intenciones dictatoriales" de Chávez y la Constituyente por recortar los derechos del movimiento obrero organizado.




Pero lo que la burguesía, mal que le pese, no puede ocultar totalmente es el apoyo de los trabajadores a estas medidas. De hecho, el desprestigio de los dirigentes sindicales es tan enorme que el 4 de agosto, incluso antes de que la Constituyente tomase alguna medida contra los sindicatos oficiales, "una turba asaltó la sede de la CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela), exigió la renuncia de la directiva, subió al piso 17, donde se ubica la presidencia, y golpeó a porteros, a guardias de seguridad y a todo el que se encontraba allí.




El portavoz de los rebeldes exigió al presidente de la CTV, Federico Ramírez, que pusiese su cargo a la orden de la Constituyente (...) El jefe de los poderosos sindicatos se negó al sacrificio, aunque anunció cambios en la organización después de cuarenta años de inmovilismo y desvergüenza en el manejo de las cuotas de los afiliados según los insurrectos" (El País, 6 de agosto).




La burocratización y corrupción de la CTV explica que las medidas tomadas por la Constituyente tuvieran un gran respaldo entre los trabajadores. Hay que recordar que durante más de cuatro décadas la burocracia sindical ha actuado como dueña y señora de la central sindical. Vacaciones en Miami a cuenta de las finanzas del sindicato, negociaciones en los convenios "a tanto el punto", prohibición de realizar huelgas, firma de acuerdos a espaldas de los trabajadores, aceptación de despidos, métodos mafiosos y expulsiones para acallar a los disidentes, han sido la práctica habitual de estos dirigentes sindicales.



La manifestación que recorrió Caracas el pasado 2 de septiembre, a los gritos de "abajo la tiranía sindical" y de "CTV corrupción", y compuesta por miles de obreros y sindicalistas, muestra de manera gráfica el sentimiento de los trabajadores.




Es evidente que el proceso venezolano está plagado de contradicciones y es pronto para decir qué rumbo tomará. Las presiones de la burguesía, que intentará mantener sus beneficios y sus prebendas, chocarán con el anhelo de las masas de salir de la situación de miseria en la que se encuentran.




Pero Chávez no sólo recibirá presiones de la burguesía y el imperialismo. Los trabajadores venezolanos se movilizarán para concretar las promesas chavistas de una "distribución más justa de la riqueza". Ya se están formando sindicatos al margen de la otrora poderosa CTV. Los trabajadores de las petroleras han anunciado una huelga si el gobierno no se sienta a negociar el próximo convenio. Más pronto que tarde la clase obrera querrá concretar las promesas electorales del Polo Patriótico.




Sólo hay un camino. Quien sirve a dos amos, inevitablemente traiciona a uno de ellos. Si Chávez no acomete una auténtica revolución económica y social, la burguesía volverá a tomar las riendas del país, posiblemente con un baño de sangre para doblegar el movimiento de las masas.




Bonapartismo proletario
Los acontecimientos pueden empujar a Chávez a establecer un régimen de economía nacionalizada y planificada. Esto sería un avance para la clase obrera en toda América Latina y un golpe para el imperialismo que tendría una enorme trascendencia política; pero no sería suficiente.



No cabe duda de que la instauración de un régimen de economía planificada es un gran avance con respecto a la situación de las masas, en el mundo colonial. Pero en las características del propio Chávez (un ex militar) y de su movimiento está implícito el desarrollo del burocratismo, ya que los movimientos izquierdistas que emanan de las castas militares tienden a sobrevalorar su papel y a despreciar la capacidad creativa y de lucha del movimiento obrero. Por otro lado, estos sectores de la pequeña burguesía tienden a desarrollar intereses propios, a elevarse por encima de la sociedad, creando un aparato que sirve a sus propios intereses.



La economía planificada necesita de la democracia obrera y de la participación activa de los trabajadores para no caer en el colapso económico y la corrupción que un régimen burocrático lleva consigo. Trotsky anticipó en La revolución traicionada los límites de la burocracia estalinista para desarrollar las fuerzas productivas y su papel contrarrevolucionario en la lucha de clases. La historia le ha dado la razón.



La prensa burguesa ya se ha apresurado a decir que Chávez es el sucesor de Castro y a destacar el apoyo de éste último al proceso venezolano, aunque el consejo que le ha dado a Chávez es que se tome las cosas con calma y que vaya más despacio.



El papel de la clase obrera
La clase obrera debe tomar en sus manos las riendas del proceso. Debe jugar un papel dirigente e independiente de cualquier otra clase o sector. Es urgente la creación de comités en las fábricas, en los barrios, en el campo, que controlen, participen y se movilicen para llevar el proceso revolucionario que se ha abierto en Venezuela a su culminación. Por muy buenas intenciones que tenga cualquier dirigente, sin el control consciente del movimiento obrero, no hay nada garantizado.



Es necesario debatir y organizar a los trabajadores en torno al programa marxista, el único capaz de ofrecer una alternativa revolucionaria a un sistema obsoleto que hace años debería haber pasado a los libros de historia.



Si la revolución venezolana da pasos en dirección a una economía planificada la burguesía y el imperialismo no se cruzarán de brazos. El primer aviso ya está dado. Es muy probable que los norteamericanos intervengan en Colombia, país fronterizo con Venezuela. A esto hay que añadir que la burguesía latinoamericana, asustada por las movilizaciones y huelgas de trabajadores, ya se está preparando para el futuro.



Según un estudio de la Comisión Económica Para América Latina, ésta es la región del mundo donde más crecen los gastos militares, que ascienden a una media de 45.000 millones de dólares anuales. Es obvio que la burguesía y el imperialismo no van a permitir que se expropien sus beneficios sin una lucha a muerte. Para ello no dudarán en reprimir, asesinar y torturar a los trabajadores, como han venido haciendo durante años.




Acabar con su sistema es el cometido de la clase obrera, y cuanto más organizada esté y más claros tenga sus objetivos, menos sufrimiento habrá y más fácil será la victoria. No hay ninguna fuerza capaz de parar al movimiento obrero en marcha. No hay fuerza represiva capaz de contener a las masas, una vez éstas se lanzan a la lucha. La historia lo ha demostrado.




Por otro lado la revolución venezolana no puede quedarse en las fronteras del país. Un país por muy rico que sea no puede subsistir aislado. Además, la única manera de derrotar al imperialismo es la extensión de la revolución y la solidaridad del movimiento obrero internacional.




Millones de trabajadores en América Latina siguen con interés los acontecimientos en Venezuela. El ejemplo de una revolución triunfante, dirigida por los trabajadores, puede cambiar el rumbo de la historia.

Emilia LucenaSeptiembre 1999
La clase obrera derrota el golpe
Documentos El Militante

No hay comentarios: